El aula como hipertexto Divagando desde una asesoría
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DIVAGANDO DESDE UNA ASESORÍA
ENTRE PONENCIAS, INFORMES, ENCUENTROS Y DEVANEOS
Introducción Día 1 de octubre de 2001 El maestro (y el asesor) del siglo XXI Durante el curso 2001-2002 trabajaré como asesor de Educación Primaria en un Centro de Apoyo al Profesorado (CAP). (En España la etapa de Educación Primaria abarca desde los 6 años hasta los 12).
Trabajar de nuevo como asesor en un centro de formación permanente del profesorado puede constituir una buena ocasión para adentrarse en las complejidades de todo tipo del mundillo de la educación, en sus bucles contradictorios, en las energías innovadoras emergentes que pudieran aflorar por doquier, en las posibilidades creativas de las situaciones concretas y en los vericuetos de la vida cotidiana de las aulas desde una perspectiva singular.
En esta página quiero hacerme eco precisamente de cuestiones que al hilo de mi trabajo cotidiano en el CAP atraigan mi atención.
Con desenfado, - con humor, si fuera posible -, y con talante crítico-reflexivo. Sin más pretensiones.
El maestro (y el asesor) del siglo XXI
Me he detenido viendo un gráfico animado en Internet que me ha impresionado muchísimo. Lleva por título El soldado del siglo XXI. (Échale un vistazo cuando quieras. No tiene desperdicio).
Y se me ha ocurrido - un asesor que se precie ha de ser ocurrente, o creativo como se dice ahora - traer a colación algunos ejemplos que evidencian el componente militarista que el ideal educativo tuvo por momentos en la historia de la educación occidental.
En la Esparta de Licurgo, por ejemplo, la educación del niño presentaba un acentuadísimo carácter militar al servicio total del estado a partir de los 12 años. La virtud cívica espartana más ensalzada era justamente la entrega de la vida por la defensa de la polis.
En 1534 San Ignacio de Loyola funda la Compañía de Jesús justamente para predicar, confesar y consagrarse a la educación de la juventud católica con la pasión propia de una guerra. "Es preciso- llega a decir - que nos imaginemos el mundo dividido como en dos ejércitos que batallan: el de Dios y el de Satán. Los protestantes están en el último; la Sociedad de Jesús combate con el ejército de Dios ad majorem Dei Gloriam".
La metáfora guerrera en educación aparecerá mucho más matizada a partir del siglo XVIII en los conceptos de educación nacional y educación estatal de los nacientes estados europeos. La educación nacional implicaba la idea de una lengua común, de un territorio y de una cultura lo que suponía la defensa de dicha identidad, algo que debía inculcarse particularmente en las escuelas.
En los regímenes autoritarios europeos de entreguerras la profesión de maestro constituyó, por otro lado, un campo abonado para la retórica militarista. "El español ha de ser mitad monje y mitad soldado" proclamaba el Ministro de Educación Nacional Pedro Sainz Rodríguez en los albores del régimen de Franco tras la guerra civil. Al maestro se le encargaba precisamente el apuntalamiento de dicha identidad."El maestro español deberá ser ante todo el valiente caballero cristiano por excelencia" sostendrá el también Ministro de Educación Nacional Ibáñez Martín. En plena efervescencia del nacionalcatolicismo el propio Franco rubrica sin ambages: "Al enemigo hay que despojarle de sus ideas absurdas y esa es la misión del maestro".
En otro contexto y desde otra perspectiva, Julio Vernet ha señalado que la palabra islámica Yihad ahora tan en boga significa en realidad esfuerzo, no tanto guerra, mucho menos guerra santa como sostienen sectores del islamismo radical, justamente cuando en occidente se proclama desde diversas instancias la necesidad de apelar al esfuerzo ante unas generaciones que parecen tenerlo fácil y que aparentemente se mueven por lo que mola, por lo que no mola, ajenos ya a la disciplina que el inconsciente colectivo asocia con lo cuartelero o lo militarista.
(Estas líneas han surgido precisamente de mi esfuerzo por neutralizar la desgana que a veces me embarga. Es que tampoco mola ya escribir).
Resulta curioso, por lo demás, que la antropología y la etnografía escolares hayan recurrido igualmente a la metáfora guerrera. Ya es casi un clásico de la etnografía el trabajo de Harry F. Wolcott titulado El maestro como enemigo (Lecturas de antropología para educadores, varios, Ed.Trotta, 1993, págs.243-249).
Y en esas andamos.
En fin, - y para ir amarrando los devaneos de esta primera entrega - habrá que seguir la pista al arrobo agónico, desgarrado, trágico y muy unamuniano - desublimado represivamente que diría Herbert Marcuse con perdón - que parece abrirse camino como una de las notas definitorias de la identidad del maestro (y del asesor) del siglo XXI. Los síntomas sin duda abundan. "Entrar en clase a diario supone para mi una lucha permanente que me desquicia poco a poco. Acepto angustiado mi impotencia y mi derrota como profesor", se escucha por doquier entre buen número de profesionales de la enseñanza a punto de caer abatidos en el diván del psicoanalista.
Todas las pistas parecen conducir al mismo lugar: la profesión de maestro tal como la hemos conocido hasta ayer mismo se encuentra en vías de extinción.
¿Habrá que imaginar a la vuelta de unos años al profesor occidental equipado con un bolígrafo digital que detecte a través de sensores el coeficiente intelectual de sus alumnos evitando así el cansancio visual que produce la tediosa tabulación y lectura de un test posiblemente caduco o la corrección pormenorizada de 30 exámenes o controles cada 15 días? ¿Vendrá adornado también con una tiza cuántica - el soldado del siglo XXI trae en su aparejo una pizarra (tableta gráfica, se denomina ahora) - que en su despliegue a través del silencio enigmático de la pizarra le evite las agotadoras explicaciones sobre cómo calcular el mínimo común múltiplo de los números? ¿Y cómo no dotarle de unos zapatos con láser que detecten a la hora del recreo en qué zona del patio hay una pelea apareciendo simultáneamente en el visor del tacón la solución pertinente del conflicto? ¿Le sobraría acaso una agenda con cinco gigas de memoria y dotada con una mira térmica que le notifique entre otros asuntos si un inspector se enrolla aún con un trasnochado discurso retórico sobre educación (de cuando se iba a la guerra con tirachinas), o se trata, por el contrario, de un moralista irredento que tan sólo se acerca para compadecerle paternalmente? ¿Un discurso retórico sobre educación no equivale al efecto de los múltiples impactos que consigue neutralizar el blindaje interior del chaleco antibalas del soldado del siglo XXI?
He comenzado a desarrollar el mensaje subliminal que he deducido del gráfico animado, pues interesa que un asesor con criterio acierte en primer lugar en su propio asesoramiento: "Vacía sin más tu cerebro de pensamientos e ideas por superfluos e inútiles, vete al grano, detecta con claridad quién es el "enemigo", sé eficaz y busca el mejor acople posible para los tiempos que te ha tocado vivir". ¿No barruntaba ya algo de esto con genial anticipación la España somnolienta de Fernando VII tal como rezaba el frontispicio de la Universidad de Cervera - "lejos de nosotros la funesta manía de pensar" - allá por el primer tercio del siglo XIX?.
Desde que he decidido no pensar observo, desde luego, que soy capaz de detectar la estupidez de un determinado contexto educativo en un milinanosegundo cuando interacciona con la sonsera de mi propia estupidez. Como si de repente, anulado el pensamiento, todo se tornara súbitamente luminoso, abierto y comprensible encajando como por ensalmo todas mis propuestas asesoras. Quiero decir adiós, por eso, a la estereotipada imagen de lo que es un asesor y que con tanta maestría refleja la siguiente historia:
Dos mendigos pedían limosna a la puerta de una iglesia católica. Uno de ellos era musulmán y el otro era católico y así lo hacían constar en unos cartelones colgados de sus pechos. Como cabe suponer, las gentes sólo echaban monedas al mendigo católico.
Un personaje circunspecto apoyado en la pared situada enfrente de la iglesia y con los brazos cruzados observaba analítica y pausadamente la escena. Cuando la entrada de la iglesia quedó vacía el personaje, bien vestido y con aires de técnico especializado, se acerca al mendigo musulmán y le espeta:
-Majo, si quieres recoger algunas monedas sólo tienes dos opciones: una, te haces católico y entonces atraerás la atención de donantes generosos o dos, lárgate de las puertas de esta iglesia y vete al atrio de una iglesia musulmana. Te irá mejor.
El mendigo musulmán tras escuchar la crudeza de ambas opciones quedó profundamente abatido mientras el personaje abandonaba satisfecho el escenario.
El mendigo católico, solidario ahora con el hundimiento que avistaba en su compañero de fatigas, se acerca y le anima entre escéptico y bonachón con este escueto comentario:
-Otro asesor, ¿eh?
Durísima historia se mire por donde se mire. Como sostiene un amigo, el mundo se está volviendo tan estúpido que va a resultar imprescindible colocar entre cada dos o tres casas de las ciudades occidentales un gabinete polivalente de escucha y de asesoramiento acelerados.
Le contesto que hay otras opciones. Si el soldado del siglo XXI va a tener un fusil modular ¿qué impide que los asesores dispongan de un módulo digital de audio-vídeo primorosamente adosado a la carpeta del Plan Anual de Formación de su CAP (Centro de Apoyo al Profesorado) con un mapa curricular electrónico incorporado que le realice en tiempo real el diagnóstico de necesidades formativas de cada claustro de profesores, incluso sin ser visto por los hipotéticos asesorandos?.
De acuerdo con el reciclaje obligado del soldado del siglo XXI ante los nuevos modos de hacer la guerra, en especial desde que ya puede enviarse en una botella un arma química letal que diezme poblaciones enteras. Pero ¿por qué un asesor ha de contentarse con la situación actual cuando urge un oportuno reciclaje para que su asesoría resulte creíble? ¿No parece razonable que disponga de un visor de policarbonato en el zapato derecho- ha de ser en el derecho - que le ayude desde la distancia a sortear las enmarañadas dificultades de tantas y tantas aulas inflamadas por una desbordante pasión por el conocimiento como cualquiera puede suponer?
O no es así, entrañables mendigos.
© Copyright Bernardo Ceprián Nieto Derechos reservados 2000-2003
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